Cuando Yevghen Sboromyrskiy vio su casa ardiendo tras un bombardeo ruso en las afueras de Kiev, se puso a temblar tanto que no pudo ni llevarse un cigarrillo a la boca.
Con cada explosión, los vecinos de Irpin, al noroeste de Kiev, se agachaban detrás de unas vallas. Pero Sboromyrskiy, conmocionado, se quedó de pie en medio de la calle, tembloroso.
“Estaba abriendo el frigorífico para agarrar unos huevos”, explica el hombre de 49 años, entre lágrimas. “Después, hubo un gran estruendo y el frigorífico se me cayó encima, y luego lo hizo toda la casa”, recuerda.
En el jardín trasero, su pastor alemán empezó a ladrar y correr en círculos mientras la casa ardía y se intensificaban los combates.
El humo se hizo más espeso y sus vecinos empezaron a gritar, tratando de advertirle de la explosión de un tanque de reserva de combustible en una pequeña bodega.
Sboromyrskiy empezó a correr, con su camiseta cubierta de hollín, antes de detenerse y caer de rodillas.
“Mi entera vida se ha ido”, solloza. “Mi esposa logró salir por la ventana y gracias a Dios, mis hijos se habían ido a una tienda 10 minutos antes. Gracias a Dios. Esa cosa se estrelló en su habitación”, cuenta.
“Podían haber muerto”, dice, antes de soltar unas lágrimas.
Cementerio de tanques rusos
Una semana después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, los ataques mortales e indiscriminados contra barrios residenciales se han intensificado.
En las afueras de Kiev, la capital, el paisaje se transformó en columnas de humo negro. Los habitantes de la zona están asustados y al mismo tiempo, desconcertados.
No está claro cómo piensan los rusos tomar la ciudad desde este frente, ya que el gobierno ucraniano decidió destruir los puentes de la zona occidental de la capital para impedirles el paso.
Los habitantes de Irpin explican que algunos tanques rusos pasaron por la zona el jueves por la noche y destrozaron un almacén utilizado por el fabricante de cosméticos estadounidense Mary Kay.
“No sé qué están haciendo los tanques porque no pueden cruzar el río para llegar a Kiev”, comenta un guardia de seguridad local, Vasyl Prikhodko.
“Están disparando a cosas. Luego retroceden. Tal vez sólo tratan de asustarnos”, reflexiona el hombre, de 47 años.
Bucha, la ciudad vecina de Irpin, se ha convertido en un cementerio de vehículos blindados rusos que intentaron entrar en Kiev la semana pasada.
En una calle de esta ciudad desértica y parcialmente destruida están los restos quemados de tanques y otros vehículos blindados.
“Espero que sobrevivamos”
En el principal puesto de control entre Bucha e Irpin, tres hombres se arrodillan con las manos en alto mientras los soldados ucranianos les apuntan al pecho con sus kalashnikovs.
Los soldados ucranianos rastrean los bosques y campos de la región en busca de saboteadores rusos que puedan infiltrarse en la ciudad vestidos de civil.
En la vecina localidad de Stayanka, el militar retirado Viktor Pobedniy se pregunta cuándo llegará el apoyo de los países extranjeros.
“Han impuesto tantas sanciones a Rusia y nada está funcionando”, dice el exoficial de la marina.
“Tienen que decir que si esta guerra no termina, las fuerzas de la OTAN entrarán para estabilizar la situación en Ucrania. Esto no puede seguir así”, dice.
Oksana Surinova, por su parte, ha decidido tomar la iniciativa. La mujer, de 52 años, empuña un fusil de asalto que yacía en el asiento del copiloto de su coche.
“Tengo que defender mi patria”, afirma. “Todos los que seguimos aquí, vamos a quedarnos hasta el final, y espero que todos sobrevivamos a esto”, manifiesta.
Fuente: El Nuevo Siglo.