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Los teléfonos públicos en Medellín se resisten a desaparecer
March 22, 2022 Nacional

En sus años mozos don Juvenal tenía una noviecita. La muchacha le gustaba mucho, pero no vivía en el barrio de él sino en uno más “acomodado” y no le alcanzaba el tiempo ni la plata para visitarla con frecuencia. Ella tenía teléfono en la casa, pero él no.

–Yo me metía un viaje tremendo para poderla llamar. Bajaba como 100 escalas porque abajo había un teléfono público y me tocaba esperar, hacer tremenda fila, y decirle al de la tienda que me menudiara el billete para tener varias monedas. ¡Y qué dolor daba cuando uno solo llevaba una monedita y el teléfono se la tragaba .

Su historia de amor no prosperó, pero es el ejemplo de una época. Desde la llegada a Medellín de los teléfonos públicos en los años 60 y hasta hace una o dos décadas, la gente se hacía a su alrededor y unos, incluso, llevaban sillas de plástico porque sabían que la espera era larga y la llamada aún más.

Para llamar a empresas, para pedir citas, para reportarse con la familia o saludar a algún amigo, para poner quejas o para recargar la tarjeta de la luz y, más reciente, para llamar a celulares, fueron útiles y populares. Hoy, con menos usos, se niegan a desaparecer.

Por la vía larga y principal que lleva a Santo Domingo hay uno cada dos o tres cuadras. Si sirvieran y se pudiera hacer una llamada desde ahí, en lo alto de las montañas, sería la llamada con la mejor vista de Medellín. Los que están buenos se pueden contar con las manos.

–Este teléfono no tiene oficio. Está ahí por estar, pero nunca veo a nadie utilizándolo. Solo viene uno que otro habitante de calle a darle duro a la bocina a ver si le caen monedas, pero ni eso – dice Miguel Martínez, de Barrios Unidos. Cuenta que ya la mayoría de la gente tiene celular y uno que otro tiene fijo: los públicos parecieran estar obsoletos.

Más arriba, cerca a la estación del Metrocable de Santo Domingo, hay otro metido entre una pequeña tienda y la estatua de una virgen. No tiene tono, pero la gente del barrio sí lo considera útil, si sirviera.

–Uno a veces tiene una urgencia y no tiene cómo recargar el celular, de pronto el de la tienda no tiene minutos para vender y uno solo tiene 200 pesos. La más fácil es usar el público. Yo por ahí he pedido hasta citas médicas o he llamado a Empresas Públicas.

En Medellín sí quedan teléfonos públicos, solo que no son los mismos ni tantos como antes y, como ya se mencionó, algunos están de adorno. De los verdes, los reconocidos de EPM, no queda ninguno desde 2014, cuando la empresa sacó de su portafolio la telefonía pública. Los que quedan son los de UNE, ahora Tigo, algunos rojos y otros grises, que son cerca de 6.000 ubicados en Medellín, municipios del Área Metropolitana y el Oriente Antioqueño.

La empresa busca adaptarse a las necesidades cambiantes y por eso ha intentado con funcionalidades como enviar mensajes de texto, correos electrónicos, servicio de Wifi, recargas a celulares o recargas de energía prepago de EPM. Siguen siendo un servicio continuo, seguro y disponible todos los días.

Se encuentran distribuidos en tiendas, sistemas de transporte masivo, aeropuertos, instituciones educativas, de salud ymilitares, parques, escenarios deportivos, y en las principales avenidas y vías de la ciudad, informa la empresa.

Por esta razón, se ven con mayor frecuencia, cada dos o tres cuadras, en barrios de la periferia, donde menos personas tienen acceso a líneas fijas o a celulares; y se ven menos en barrios del centro o en estratos socioeconómicos más altos. En el Centro están los más dinámicos, los que más utilizan.

–Vengo bajando desde Boston buscando un público y ninguno sirve. Este es el primero que sí funcionó –comenta Jesús, que trajo en una libreta el número al que necesitaba llamar. En esa misma esquina de Junín hay otras tres personas llamando al tiempo en los cuatro teléfonos; todos sirven.

Tigo cuenta que se ha incrementado el hurto de cables de cobre y que esto ha dejado a muchos teléfonos sin red, pero que están buscando actualizarlos para un mantenimiento más sostenible. El vandalismo no es nuevo. Desde que comenzaron a funcionar (Ver historia) han tenido que ser intervenidos hasta el punto de ponerles la palabra “Amigo” porque la gente los golpea, los daña, los pinta, los quiebra o los roba.

–El servicio es bueno, lástima que el vandalismo los dañe o les robe las monedas. A veces uno viene solo con 200 pesos y los echa y los pierde. O uno les echa y les echa monedas y eso se las traga todas. O a veces los más vivos le meten un alambre de una forma especial que ellos saben y se le cazan las monedas para robárselas, o se las sacan dándole golpes a la bocina –explica María, que tiene un puesto de empanadas y pasteles de pollo al lado de uno de los rojos.

Ella cuenta que le ha tocado ver cómo un hombre viene en una moto cada tres o cuatro días y destapa el teléfono y se lleva las monedas. “Pero no es de la empresa, porque esos vienen en carro y destapan la caja”, sino que este usa otro mecanismo para sacar las monedas que no alcanzaron su destino sino que se quedaron en tránsito: las monedas que se tragó.

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Si hay tantos sin servicio y en muchas zonas no son utilizados y se vandalizan, ¿por qué todavía existen? Las personas consultadas aceptaron que, aunque no sean tan populares como antes, son importantes para situaciones de urgencia. Además, según la empresa encargada, en promedio se generan dos millones de llamadas cada mes desde estos teléfonos, sobre todo porque son versátiles: permiten llamadas a cualquier operador celular, a fijos locales, nacionales e internacionales, celulares y porque todavía hoy permiten hacer recargas de energía prepago de EPM.

Sara González, Sara Chávez, Santiago Álvarez, Manuela Mesa y Stiven Carvajal, sentados en el parque de Envigado, los defienden, dicen que sí los usan con frecuencia y que los han “desembalado” varias veces:

–Un minutero puede hoy estar en esta esquina y mañana en el centro, en cambio un teléfono público siempre está en el mismo lugar y funciona todo el día.

–Muchas veces no tenemos minutos en el celular y en las tiendas no hacen recargas.

–A veces sí le roba a uno la moneda, pero otras veces uno se las encuentra ahí.

–Llamamos a todo el mundo, con 200 hablamos un minuto, lo malo es que le toca a uno ir al grano, ser breve.

Fuente: El Colombiano.

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