La guerra en Ucrania ha mostrado a Vladimir Putin como un líder que roza los límites de la cordura.
Los cientos de manifestantes que han salido a las calles de Moscú a protestar en contra del ataque bélico lo han dibujado en sus pancartas como una suerte de Hitler moderno, pues con la excusa de acabar con el “nazismo” ucraniano decidió aplastar a un país que se ha defendido con las uñas. Es tan delirante que ha bombardeado hospitales, teatros y albergues donde hay civiles.
Este antiguo miembro del servicio de espionaje de la Unión Soviética –KGB– trabajó en las fuerzas militares y desde hace veinte años es el líder de una potencia mundial que pese a su fuerte capacidad nuclear, ha tenido varios obstáculos en una guerra que completa 32 días este domingo. En ella, el objetivo es tomarse Kiev, capital que pese a estar cercada, aún tiene a militares y civiles que la defienden de ataques por cielo y tierra.
Los últimos causaron la huida de 5.208 personas este sábado, movida que ratifica a Putin como uno de los presidentes más criticados de los últimos años, con comentarios que vienen desde distintos continentes.
La última crítica se la lanzó el presidente Joe Biden en su segundo día de visita a Polonia. Desde allí –este sábado– lo llamó “carnicero” y lo criticó por perpetuarse en el poder ruso tantos años, pues ha sido presidente desde 1999 a 2008, y desde 2012 a la fecha.
Incluso, en el tiempo en el que no estuvo al frente del Kremlin también influyó políticamente en las decisiones de Rusia, país que no cesa su interrumpido avance a suelo ucraniano, dejando 625 muertos confirmados por una ONG internacional a corte del 18 de marzo, y 6,5 millones de personas fuera de sus casas.
Una de las últimas represalias se concretó este sábado muy temprano, día en el que el cielo volvió a teñirse de negro por dos ataques aéreos que provocaron que instantes previos al bombazo volvieron a sonar las ya típicas alarmas en Lviv, al oeste de Ucrania.
Las explosiones de seis misiles elevaron una humarada en un sector residencial de esa ciudad. De ella salieron cinco personas, de acuerdo al reporte del gobernador Maxime Kozytsky. A cerca de 400 kilómetros, en Varsovia –capital polaca– Biden condenaba los hechos mientras visitaba a refugiados provenientes de Ucrania.
Pero los ataques no cesaron ahí. Horas más tarde, Ucrania confirmó disparos de rusos contra una instalación de investigación nuclear en el Instituto de Física y Tecnología de Jarkov. Esa arremetida aún no deja un saldo concreto de afectaciones, pues la zona permanece en disputa.
El ruso que va por Kiev
De mirada inexpresiva, ojos muy cercanos el uno al otro, piel blanca, casi nada de pelo –el que tiene es grisáceo–, orejas sobresalientes y nariz respingada: así se ve Putin.
Su actuar hacia los ucranianos, en lo que califica como una “operación especial”, ha sido condenado por la OTAN, Naciones Unidas y varios gobiernos de todo el mundo.
Sus palabras –y sobre todo sus actos– sin embargo, no han cedido ante las intervenciones de gobiernos como el francés o el chino. Su deseo es que Kiev se rinda a sus pies.
Putin nació en una familia humilde, se formó como abogado e integró el Comité para la Seguridad del Estado – KGB–, la principal agencia de la policía secreta de la Unión Soviética hasta su disolución en 1991.
Trabajó en Alemania, en el bloque oriental de ese país en la era soviética. Allí lo ascendieron a teniente coronel, y su tarea fue pelear contra opositores del comunismo. Según reveló Putin en 2017, la tarea era recolectar información ilegal.
Después –en 1998– se convirtió en jefe del Servicio de Seguridad Federal, organización que sucedió a la KGB. Fue para ese entonces que el presidente Boris Yeltsin lo nombró como líder de los rusos.
Toda esta experiencia fue clave para construir al llamado dictador –para algunos– que hoy gobierna un país todo menos comunista, pero sí lleno de restricción a las libertades e intolerancia por la diferencia. No hace falta sino mirar la ley contra la propaganda homosexual que en 2013 firmó Putin para “proteger” a los niños, con el argumento de que la comunidad LGBT contradice los valores familiares.
Así, ha comandado la potencia que tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Además, es miembro del G20, el club de los países más poderosos del mundo.
Los otros ataques de Putin
Nada de esto ha sido suficiente para Putin –el amante a los perros–. De hecho, su “hambre” de poder se originó porque no ha podido saciarse tras la disolución de la Unión Soviética. Tanto así, que por la anexión de Crimea, Ucrania, en 2014, lo expulsaron del G8 –hoy G7–. Además, también fue promotor de la sangrienta guerra de Chechenia, en 1999.
Juan Camilo Martínez, historiador de la UPB, explica que el propósito de Putin para desatar el ataque a Chechenia fue político y económico, nada distinto a la avanzada contra los ucranianos.
Después de todo, lo que más desea es demostrar su poderío, recordando con nostalgia lo que alguna vez fue la Unión Soviética, y manteniendo lejos a Occidente: dícese de Estados Unidos y otras potencias que integran la OTAN.
Fuente: El Colombiano.