Cuando al amanecer del pasado 24 de febrero el presidente Vladimir Putin ordenó a las fuerzas terrestres penetrar territorio ucraniano desde Rusia y Bielorrusia, en medio de la sorpresa e indignación mundial se creyó que sería una “guerra relámpago” y con el fin de derrocar el gobierno de Volodomir Zelenski.
Hoy se cumplen dos meses de esa ‘operación especial’ según definición del mandatario ruso que con sus movimientos sobre el terreno dejó en claro su objetivo: controlar la vasta zona del sur ucraniano para asegurarse un corredor entre su anexada Crimea y la región prorrusa del Donbás que, de paso, incluye el control del mar Azov y gran parte del mar Negro, que podría ampliar si se toma Odesa.
En la bitácora de la guerra han quedado, además de un incierto número de fallecidos y heridos de ambas partes, incluidos civiles, los intensos esfuerzos diplomáticos de líderes mundiales y la mediación de países de peso en la escena geopolítica global como Israel y Turquía, entre otros. Hoy, con las negociaciones estancadas, pese que semanas atrás se lograron importantes avances (la renuncia ucraniana a la Otan y la aceptación de un estatuto de neutralidad así como el repliegue ruso de Kiev y las ciudades del norte), la escalada de ataques en el este y el sur del país y la férrea resistencia de los ucranianos, no hay visos de pronta solución a esta guerra que ha dejado miles de muertos, millones de desplazados, devastación de varias ciudades y un alto impacto económico en Rusia por las sanciones y a nivel global, como consecuencia de ellas.
Occidente, con el presidente estadounidense Joe Biden a la cabeza, lideró tanto el cerco financiero como comercial a Rusia para asfixiar su economía y forzar que Putin negociara rápidamente el fin de la ofensiva militar. Pero ha sido el mismo Biden quien admitió esta semana que la guerra será larga, enfrentando así un nuevo reto: mantener la movilización y la unidad de estos países a lo largo del tiempo contra el Kremlin.
En medio de otra guerra, la de la desinformación, el mundo ha conocido e indignado con imágenes como las de cientos de cadáveres en Bucha, que Rusia calificó de montaje, al igual que las de centenares de ucranianos forzadas a desplazarse, dentro y fuera de su país. Los registros hablan de siete millones que debieron cambiarse de ciudad y más de cinco millones que traspasaron las fronteras, de las cuales más de un millón optaron finalmente por regresar, ante la dificultad de empezar una nueva vida en las vecinas naciones europeas.
El ataque indiscriminado a civiles llevó a que la comunidad internacional, también con el liderazgo de Biden, denunciara “crímenes de guerra”, de los cuales “cada día hay más evidencia” según la ONU. Su oficina para los Derechos Humanos a cargo de la chilena Michelle Bachelet ha dado por hecho que las tropas rusas han perpetrado ejecuciones sumarias de civiles en zonas como Bucha, a las afueras de Kiev.
En su más reciente reporte señaló que ha podido documentar 5.264 víctimas civiles, entre ellas 2.345 muertos. De estas víctimas, más del 92 por ciento corresponden a territorios controlados por las autoridades ucranianas, según este recuento, elaborado de forma independiente al que ofrecen cada una de las partes.
Las cifras reales, sin embargo, serían “mucho mayores”, en la medida en que aún no han salido a la luz “horrores perpetrados en zonas de intensos combates, como Mariúpol”, según Bachelet, que puso como ejemplo de los abusos la situación en localidades cercanas a Kiev que durante semanas estuvieron controladas por los rusos.
Sólo en Bucha, el personal de la ONU ha documentado la muerte de unos 50 civiles, víctimas en algunos casos de ejecuciones sumarias. “Prácticamente todos los vecinos de Bucha con los que hablaron nuestros compañeros contaron la muerte de un familiar, un vecino o incluso un extraño”, dijo Bachelet el pasado viernes, al tiempo que agregó que lo allí ocurrido “no es un incidente aislado” porque su oficina ha recogido más de 300 denuncias de asesinato en las regiones de Kiev, Chernígov, Járkov y Sumy, todas ellas bajo control de las fuerzas rusas entre finales de febrero y principios de marzo.
También puso como ejemplo del “fracaso” a la hora de respetar el Derecho Internacional el bombardeo perpetrado por Rusia el 8 de abril sobre una estación de tren de Kramatorsk y que dejó unos 60 civiles muertos. En este incidente, se utilizaron bombas de racimo, un arma prohibida por su carácter indiscriminado.
Sin tregua
El presidente Putin ha reiterado que su ‘operación especial’ en Ucrania avanza según lo planeado y que cumplirá su objetivo. A comienzos de este mes, tras replegarse de Kiev y la zona norte ucraniana, en cumplimiento de lo acordado en la mesa de negociación, empezó una ofensiva simultánea en el este y el sur del país con la meta de “liberar la región del Donbás’, que alberga a las autoproclamadas y reconocidas por el Kremlin como repúblicas: Donestk y Lugansk.
Luego de que un misil ucraniano hundiera el “Moskva”, buque insignia de la flota rusa en el mar Negro, que según el parte del Kremlin dejó un marino muerto y 27 más desaparecidos, se inició el avance hacia Mariúpol, la que copó hace exactamente hace ocho días con excepción del vasto complejo industrial de Azovstal en cuya red de túneles se apertrecharon los resistentes ucranianos.
Esta ciudad portuaria es clave en su estrategia de establecer un corredor terrestre desde Crimea hasta el Donbás. Lo que no se sabía y que el viernes hizo público el Ejército ruso es que su misión es hacerse no sólo al control total del sur de Ucrania, sino ganar acceso a la región moldava de Transnistria.
Rustam Minnekaev, comandante del Distrito Central del Ejército indicó que “desde el inicio de la segunda fase de la operación una de las tareas del Ejército es ganar control en el Donbás y el sur de Ucrania porque esto permitiría crear un corredor hacia Crimea y tener influencia sobre la economía ucraniana”. Agregó, que “esto nos daría la oportunidad de ganar acceso a Transnistria, donde también se producen actos de opresión contra la población de habla rusa”.
Y mientras ello ocurre sobre el terreno, Rusia también mueve fichas claves con el argumento de garantizar la seguridad nacional. Así ha reforzado sus capacidades militares en el Mediterráneo oriental, visto como una base de retaguardia en el mar Negro y los combates en Ucrania, bajo la mirada de la Otan.
“Hay actualmente una veintena de barcos rusos en el Mediterráneo. Rusia ha duplicado, incluso triplicado, sus capacidades militares en la zona (destructores, fragatas, submarinos…)”, explicó a la AFP el capitán de barco y oficial de comunicación regional del ejército francés en el Mediterráneo, Thibault Lavernhe.
Según este oficial, “La novedad es la expansión hacia el oeste de la presencia rusa. Al norte de Creta, pero también al oeste de Grecia, en el Peloponeso, y al norte del mar Egeo, cerca del mar Negro. De esta forma los barcos rusos se han posicionado para controlar la actividad de las fuerzas aliadas”.
Momentos claves
24 de febrero. Presidente Putin ordena penetrar en territorio ucraniano.
26 de febrero. Ejército ruso recibe la orden de expandir su ofensiva por Ucrania “en todas direcciones”, mientras la Unión Europea (UE) informa que financiará la compra y entrega de armas a Ucrania.
28 de febrero. Se instala mesa de negociación en territorio bielorruso. Putin exige que Crimea sea reconocida como un territorio ruso, la “desnazificación” del gobierno ucraniano y que ese país tenga un “estatus neutral”.
2 de marzo. Tropas rusas llegan a Járkov (norte), segunda ciudad de Ucrania, a 20 km de la frontera rusa y, en el sur, toman la ciudad de Jersón.
3 de marzo. Asamblea de ONU vota masivamente una resolución que exige el fin de la ofensiva rusa.
8 de marzo. Presidente Biden decreta un embargo sobre el gas y el petróleo rusos.
21 de marzo. UE denuncia “un gran crimen de guerra” en Mariúpol y que decenas de miles de personas están varados en la ciudad sitiada, donde fueron bombardeados un teatro y una maternidad.
24 de marzo. OTAN decide reforzar sus defensas en el flanco oriental y equipar a Ucrania contra la amenaza química y nuclear.
25 de marzo. Kremlin anuncia que iniciará ofensiva para “liberar el Donbás”.
26 de marzo. Biden califica a Putin de “carnicero” y considera que no “puede seguir en el poder”.
29 de marzo. En negociaciones en Estambul, Kiev propone la neutralidad de Ucrania y la renuncia a entrar en la OTAN, con la condición de que su seguridad esté garantizada por otros países.
2 de abril. Ucrania retoma control de la región de Kiev tras la retirada de las fuerzas rusas, mientas en Bucha se descubren decenas de cadáveres de civiles.
7 de abril. ONU suspende a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
11 de abril. Separatistas prorrusos afirman haber conquistado la zona portuaria de Mariúpol.
12 de abril. Autoridades regionales estiman que al menos 20.000 personas murieron en la ciudad. Biden habla por primera vez de “genocidio” en Ucrania.
14 de abril. Ucranianos afirman que atacaron con misiles y hundieron al crucero Moskva, buque insignia de la flota rusa. Según Moscú, el barco se hundió por un incendio en su armería.
19 de abril. Rusia anuncia que realiza ataques en el este de Ucrania y controla gran parte de Mariúpol.
22 de abril. Presidente Putin ordena cerrar todas las salidas de los túneles de la zona industrial de Mariúpol donde se replegaron los resistentes ucranianos./
Fuente: El Nuevo Siglo.