Lima, 11 de Febrero del 2025.- El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) no solo afecta a los niños, sino también a los adultos, quienes muchas veces no son diagnosticados. La Organización Mundial de la Salud estima que el 8.8 % de las personas en edad productiva tiene esta condición. Aprender a reconocer sus síntomas es clave para recibir un tratamiento oportuno, subraya la doctora Pamela Muñoz, neuróloga de la Clínica Ricardo Palma.
Falta de atención, hiperactividad e impulsividad son los principales signos de este trastorno del neurodesarrollo durante la infancia; sin embargo, en la adultez pueden manifestarse de manera distinta. Hiperconcentración, desorganización, problemas de gestión del tiempo, olvidos recurrentes, autoimagen negativa, poca motivación, inquietud, ansiedad, fatiga, dificultades en las relaciones personales y sociales, ludopatía, ciberadicción y mayor tendencia al abuso de sustancias son algunas de las señales de esta afección.
En esta etapa de la vida, el diagnóstico no es sencillo. El examen físico permite descartar posibles causas de la sintomatología, como enfermedades tiroideas, nutricionales o sistémicas, entre otras. La evaluación de la salud mental, realizada por un psiquiatra, ayuda a desestimar otros trastornos, mientras que las pruebas psicológicas y las escalas de calificación del TDAH, a cargo de un psicólogo o neuropsicólogo, analizan la gravedad e intensidad de los síntomas.
¿Cómo se aborda?
El tratamiento suele ser una combinación de medicación, psicoterapia y entrenamiento en habilidades. Los estimulantes, como el metilfenidato, y los no estimulantes, como la atomoxetina, pueden ayudar a mejorar la concentración. Asimismo, la terapia cognitivo-conductual es útil para desarrollar habilidades organizativas, gestionar el tiempo y controlar la impulsividad.
La especialista advierte que, si el TDAH no se trata, puede provocar bajo rendimiento laboral o académico, dificultades en las relaciones, baja autoestima, sensación de agotamiento constante, falta de confianza, estrés crónico y problemas de salud física y mental, entre otras consecuencias que pueden afectar seriamente el bienestar integral de quien lo padece.
Si se siente identificado con esta sintomatología, no dude en buscar ayuda. Un diagnóstico adecuado y un tratamiento personalizado pueden cambiar radicalmente su calidad de vida. Nunca es tarde para empezar a mejorar.