Lima, 16 de Abril del 2025 .- La inteligencia artificial (IA) está revolucionando sectores enteros de la economía, desde la medicina hasta la industria financiera. Sin embargo, este avance imparable también está provocando una creciente preocupación en el ámbito energético. Los centros de datos —infraestructuras esenciales para entrenar, alojar y ejecutar modelos de IA— están experimentando un aumento exponencial en su demanda de electricidad. Lejos de ser una cuestión técnica aislada, esto tiene implicaciones directas sobre el precio de la luz , la estabilidad de las redes eléctricas y los objetivos climáticos globales.
En un contexto donde millones de usuarios ya luchan por ahorrar en luz , el crecimiento del consumo digital obliga a repensar los modelos de eficiencia energética a todos los niveles. Si no se gestionan con inteligencia, las nuevas tecnologías podrían convertirse en un factor de estrés energético y ambiental en lugar de una solución para el desarrollo sostenible.
El desarrollo de modelos de IA generativa como ChatGPT o Gemini requiere una infraestructura de cómputo de altísimo nivel. Cada consulta que hacemos a un modelo implica múltiples cálculos en servidores distribuidos, ubicados en enormes centros de datos alrededor del mundo. Estos centros consumen electricidad las 24 horas del día, tanto para alimentar sus unidades de procesamiento como para mantener condiciones óptimas de refrigeración.
Según proyecciones recientes, el consumo eléctrico de los centros de datos se duplicará con creces antes de 2030, impulsado sobre todo por la creciente adopción de servicios de IA en sectores como la atención al cliente, la educación o la logística. Este aumento podría representar hasta el 4% del total mundial de electricidad, una cifra comparable al consumo de países enteros. Esto pone presión no solo sobre las redes de distribución, sino también sobre el precio kWh que pagan las empresas y hogares.
Para muchos usuarios, el impacto se notará a medio plazo en la factura eléctrica. De hecho, los costes asociados al consumo de luz de estas infraestructuras tecnológicas ya están siendo trasladados, en parte, a las tarifas energéticas. Por ello, más que nunca, resulta esencial comparar las tarifas de luz disponibles en el mercado y adoptar estrategias inteligentes para reducir la dependencia del consumo en horas punta.
La respuesta corta es: depende. En un escenario optimista, los avances tecnológicos irán de la mano con mejoras en la eficiencia energética . Grandes operadores como Google, Microsoft o Amazon ya están invirtiendo en centros de datos alimentados por fuentes renovables, optimizando el uso de sus servidores y rediseñando arquitecturas digitales menos exigentes energéticamente. Además, el desarrollo de hardware específico para IA —como los chips de bajo consumo o los sistemas de refrigeración líquida— podría mitigar parte del impacto.
Sin embargo, si el despliegue masivo de modelos de IA no viene acompañado de un cambio estructural en el modelo energético global, las consecuencias pueden ser preocupantes. Un mayor consumo implica mayor presión sobre las fuentes fósiles en algunos países, y por tanto un posible aumento de emisiones si no se produce una transición energética coherente.
En este contexto, el papel de las comercializadoras de luz se vuelve fundamental. No solo por ofrecer productos adaptados a las nuevas demandas del mercado digital, sino por actuar como agentes de educación energética para los consumidores. Fomentar el uso de energía verde , premiar los hábitos de consumo eficientes y ofrecer herramientas para gestionar el gasto son acciones clave para un entorno energético más equilibrado.
Ante este panorama, tanto empresas como particulares deben adaptarse al nuevo paradigma. Para los usuarios domésticos, una de las medidas más efectivas es optimizar los horarios de consumo, utilizando los electrodomésticos en las horas más baratas. También resulta fundamental revisar periódicamente el contrato de suministro y utilizar un comparador de tarifas que permita identificar las opciones más ventajosas en función del perfil de consumo.
Por otro lado, conviene estar atentos a las tendencias tecnológicas y su impacto en el mercado energético. Aunque pueda parecer una cuestión lejana, el crecimiento del sector digital afecta directamente a la disponibilidad y al coste de los recursos que usamos cada día. En el caso de las pymes, apostar por servidores eficientes, herramientas cloud con bajo impacto energético y sistemas de monitorización puede suponer un importante ahorro económico y ambiental.
Finalmente, debemos asumir que la digitalización no es gratuita desde el punto de vista energético. La comodidad de interactuar con una IA de forma instantánea tiene un precio, y parte de ese coste se traduce en un mayor consumo de luz . Por ello, construir una sociedad digitalmente avanzada pero energéticamente responsable es el gran reto de esta década.
Fuente: papernest.es